LA BUENA ENCARNADURA DE LOS TOREROS
Ladislao Rodríguez Galán
Me llega esta foto vía móvil. No sé quién es el autor. No sé quién es el torero. Ni siquiera en que plaza de toros está tomada. Sin embargo considero que es una foto oportuna y con un mensaje rotundo y muy impactante. La fotografía, por si sola, habla de la encarnadura de los toreros. Una encarnadura especial que les hace diferentes. La imagen muestra, con toda la fuerza del mundo, el afán de superación del ser humano, en este caso un torero, ante la adversidad. Ser torero conlleva una lucha constante; triunfar todas las tardes ante un animal que te supera en fuerza y agresividad.
El torero herido de la imagen camina por su propio pie hacia la enfermería. Las heridas sangran a pesar del torniquete que, in extremis, le ha realizado un miembro de su cuadrilla. Torniquete que deja muy a las claras la renuncia, del diestro en cuestión, de abandonar el ruedo para ser atendido. ¡A pesar del dolor de la cornada quiso seguir ante la fiera!. Que pundonor, profesionalidad y vergüenza torera.
La foto que comento y que adjunto, trae una leyenda muy significativa, y muy a cuento, viviendo como estamos el mundial de futbol de Rusia. Salvando las distancias, hay que reconocer que hay ídolos preparados con personal especializado y cuidados al máximo, que apenas sufren un choque, una caída o cualquier otra incidencia sobre el mullido césped, recurren a la teatralidad (hay honrosas excepciones de golpes tremendos) con gestos de un daño terrible, que apenas el árbitro pita y señala la falta, les llega el consuelo y a seguir corriendo...
Viendo lo visto, no cabe duda que los toreros están hechos de una pasta bien diferente al resto de los humanos. Benditos sean.
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