UNA GANADERÍA BRAVA, FRUTO DEL ROMANTICISMO,
ENRAIZADA EN TIERRAS BELMEZANAS
Ladislao Rodríguez Galán
Eduardo Márquez Carrasco, natural de la localidad serrana de Belmez, comenzó a aficionarse con la tauromaquia cuando era pequeño y su padre lo llevaba a los toros. Cada vez se sentía más identificado con el mundo del toro hasta el punto que decide hacerse torero. Fue un banderillero muy eficaz que tras 18 años en la profesión se retira en la temporada de 2007 en la plaza de toros de Los Califas.
Eduardo dejó el riesgo pero no la Fiesta, aunque se embarca en otra especie de riesgo: el de ganadero de bravo. No sabemos donde se reciben más cornadas. Y así en 2001, embutido en todo el romanticismo del mundo, decide crear su propia ganadería. Comienza con una vaca que le adquiere a Chaffir (San Martín). Poco después se celebra una fiesta taurina en Belmez y se corren tres eralas de Julio de la Puerta. Se queda con ellas y resulta que una de ellas viene preñada. El becerro que nace, al que llama "Tabaquero", lo cría con biberón y cuando tiene edad, lo tienta y como el animal responde satisfactoriamente, lo deja de semental.
El número de cabezas crece y Eduardo no cabe en sí de gozo. feliz. No tiene ambición. Disfruta cuidando sus caballos, sus cerdos y ahora el ganado bravo. "Tabaquero" murió en 2018 tras dejar una buena reata. Después Eduardo se hace con seis vacas más y al poco tiempo adquiere otras seis de Daniel Ruiz. En la actualidad tiene treinta y cinco vacas de vientre (dos criadas con biberon) a las que dedica gran parte de la jornada. "Es un capricho-dice- y a la vez un sufrimiento".
La ganadería, que pasta en la finca "Aguas Vivas", lindando con su patria chica Belmez, no está dada de alta aún.
Eduardo considera que para dar ese paso hay que estar muy seguro. No se puede tropezar. "Yo soy feliz ahora, - añade- hago lo que me gusta que es bregar con ganado bravo y me encanta verlos venir cuando oyen que les llevo el pienso" "Esta es la vida que he elegido y en la que me siento muy satisfecho".